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Lo que los libertarios no te dicen de Von Mises

Lo que los libertarios no te dicen de Von Mises

ludwig von mises

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Por Alberto Mansueti, Fundador del Centro de Liberalismo Clásico

Mises no era anarquista, y estaba muy en favor de la familia. Porque bien conocía, y así lo explicó muchas veces en sus diversas obras, la base moral común del Gobierno limitado, y del matrimonio y la familia. Y la fuente común del anarquismo y los ataques a la familia: ¡el SOCIALISMO!

Sin embargo, casi todos los “libertarios” que aviesamente se escudan en su nombre, sobre todo en Hispanoamérica, con muy pocas excepciones, son anarquistas, o son anti-familia, o son ambas cosas a un tiempo.

Los unos dicen seguir a Rothbard, y los otros a Ayn Rand. Pero ya vimos en “El Gimnasio”, que ambos autores condenaron acerba e inequívocamente a los “libertarios”, al menos a los de este tipo, por hacerle muy mala propaganda al capitalismo liberal.

¿Y Ludwig von Mises? He escogido dos lecturas imprescindibles para compartir esta vez en “El Gimnasio”, con hartas citas de von Mises, del año 2015: una de mi amigo Rodrigo Constantino, sobre el virus anarquista.

Y otra de Llewellyn Rockwell, sobre la inteligente y clarísima defensa misiana de la familia. Ambas con sus fechas de publicación, por si Ud. quiere leer los escritos originales.

Entre muchas lecturas similares, comparto (1) la de Rodrigo, porque este joven y brillante economista de la Escuela Austríaca, que profesan los “libertarios”, es de Brasil, país donde los liberales clásicos, maduros y desinfectados de ese “libertarianismo”, fueron eficaces apoyos en la campaña electoral de Jair Bolsonaro; por eso lo traduje del portugués.

Y (2) la de Lew Rockwell, un exponente de la misma Escuela Austríaca, traducido por el español Josep Purroy, porque es un conocido “anarco-capitalista”, y no comparte para nada el odio anti-familia de los “libertarios”.

No espero que estos “libertarios” lean; no leen casi nada, se limitan a repetir consignas tipo “Todo impuesto es un robo”, vociferando “Viva la libertad y muera la democracia”, y “Todo político es un parásito criminal…”

Lo que espero es que las personas que se acercan al liberalismo, cada vez más, gracias a Dios, sobre todo los jóvenes, no caigan en ruidos y confusiones.

¡Con eso soy feliz!

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EL LIBERALISMO DEMOCRÁTICO DE MISES

Rodrigo Constantino, 3 de setiembre de 2015

Los que acompañan de cerca las divergencias entre el amplio universo liberal y libertario, tratado como si fuese algo monolítico por la izquierda ignorante, se divirtieron o se sorprendieron, depende del perfil, con una quiebra entre los miembros del Instituto Mises Brasil (IMB), hecho público en una “Entrevista” concedida por uno de sus antiguos fundadores.

No me gusta apelar al “yo avisé”, pero considero ese lavado en público de la ropa sucia es positivo para el creciente movimiento liberal, pues nos permite separar la cizaña del trigo.

En el pasado, yo decidí salir del Consejo del IMB, por haber percibido de los hermanos Chiocca una postura no sólo infantil, sino principalmente del tipo secta fanática y cerrada, que considero incompatible con el verdadero espíritu liberal.

Escribí varios artículos, entonces, tratando de rescatar el liberalismo de quienes hablan en su nombre.

Pero actuaron como fanáticos autoritarios del tipo “Usted puede elegir cualquier color, siempre que sea negro”.

La memez y el fanatismo no son monopolios de la izquierda.

Para esa clase de gente, hasta yo soy “socialista”, lo que demuestra el grado de locura.

El problema es que todo esto influye, especialmente en los muy jóvenes, encantados con las utopías simplistas.

La ironía es tal que los anarco-capitalistas llegaron a reclamarnos la “devolución” del logo del IMB, que crearon solos, dicen ellos.

Vean qué cosa: los que ridiculizan el concepto de propiedad intelectual, lo que seduce a muchos jóvenes piratas informáticos en la Era de Internet, rompieron lanzas por el derecho a un logo.

Para coronar su incoherencia, sólo les falta litigar judicialmente por “su” logo, ¡en los Tribunales del Estado!

Pero divago.

Lo que yo quería, aquí, es sólo aprovechar esta oportunidad para depurar el movimiento liberal ascendente, dejando claro para todos que el liberalismo es una cosa, y el fanatismo anarquista es otra, por completo diferente.

Y con las principales ideas de quien pasmosamente toma su nombre el Instituto.

Sí: Ludwig von Mises, el gigante del liberalismo, se revolvería en su tumba, si pudiera ver lo que algunos hacen en su nombre.

# La democracia según Mises

El gran nombre de la Escuela Austriaca, Ludwig von Mises, fue un defensor férreo de la libertad individual.

Pensaba que el liberalismo tenía que triunfar, por el poder de las ideas, a través de la persuasión, y con base en sus sólidos argumentos.

Sólo por las vías democráticas, entonces, el liberalismo podría vencer a sus enemigos, en el largo plazo.

Mises siempre supo de las innumerables imperfecciones de la democracia, que no es exactamente loable por su capacidad de hacer necesariamente siempre buenas elecciones; pero aun así defendió con uñas y dientes el modelo democrático.

El principal motivo era similar al que tenía en mente Karl Popper: la democracia es la forma más pacífica conocida para corregir errores políticos y cambiar de gobernantes sin necesidad de derramar sangre.

Popper resumió bien la cuestión: “no somos demócratas porque la mayoría siempre esté en lo cierto, sino porque las instituciones democráticas, si están bien enraizadas en tradiciones democráticas, son de lejos las menos nocivas que conocemos”.

Mises estaba de acuerdo, y defendió la democracia en diversos de sus libros.

— En “Liberalismo”, por ejemplo, escribió: “La democracia es esa forma de constitución política que hace posible la adaptación del gobierno a los anhelos de los gobernados, sin que sean necesarias las luchas violentas”.

Mises daba enorme relevancia al poder de las ideas, así que a largo plazo solamente la democracia podría garantizar la paz.

— En su obra maestra “La Acción Humana”, Mises refuerza esta visión de la democracia: “Por causa de la paz interna, el liberalismo apunta a un gobierno democrático.

Pues la democracia no es una institución revolucionaria.

Por el contrario, es el medio apropiado para evitar revoluciones y guerras civiles.

Brinda un método para el ajuste pacífico del gobierno a la voluntad de la mayoría. […] Si la mayoría está comprometida con principios frágiles, y prefiere candidatos sin valor alguno, no hay otro remedio que intentar cambiar su mentalidad, exponiendo principios más razonables, y recomendando mejores candidatos para gobernar.

Por otros medios distintos, una minoría, como somos los liberales, nunca tendrá éxito, al menos duradero”.

— En “El Socialismo”, Mises escribe: “La democracia no sólo no es revolucionaria, sino que pretende extirpar la revolución.

El culto a la revolución, el derrocamiento violento del gobernante de turno a cualquier precio, es típico del marxismo; y no tiene nada que ver con la democracia.

El liberalismo, reconoce que la realización de los derechos económicos objetivos del hombre presupone la condición de la paz, y busca, por tanto, eliminar todas las causas de conflictos, dentro del país o en la política exterior.

Por eso desea la democracia”.

Añade: “El liberalismo entiende que no puede mantenerse en contra de la voluntad de la mayoría”.

Está claro así, que un liberal seguidor de Mises, siempre luchará por las vías democráticas, buscando persuadir a la mayoría de que el liberalismo es el mejor camino a seguir.

# El anarquismo según Mises

Mises no era antidemocrático.

Tampoco anarquista, en el sentido de predicar “el fin del Estado” como si fuese el medio para lograr la primacía de la libertad.

— En “La Burocracia” pone a la policía como una clara función del estado.

“La defensa de la seguridad externa de una nación, y de la civilización contra la agresión, tanto por parte de enemigos extranjeros y de bandidos internos, es el primer deber de todo Gobierno”.

— En “El Liberalismo” es aún más directo, a favor del uso legítimo de la fuerza pública: “Al aparato social de compulsión y coerción que induce a las personas a respetar las reglas de la vida en sociedad, llamamos Estado.

A las reglas según las cuales el Estado procede, llamamos ley; y a los órganos con la responsabilidad de administrar el aparato de compulsión, llamamos Gobierno”.

Marca las funciones propias del Estado en la doctrina liberal: “Liberalismo no es anarquismo, ni tiene absolutamente nada que ver con el anarquismo.

El liberal entiende claramente que sin recurrir a la compulsión, la existencia de la sociedad estaría amenazada; y que tras las reglas de conducta cuya observancia es necesaria para asegurar la cooperación pacífica, debe estar la amenaza de la fuerza.

De otro modo, todo el edificio de la sociedad permanecerá continuamente a merced de cualquiera de sus miembros.

A la persona que no respeta la vida, la salud, la libertad personal o la propiedad privada de los demás, es necesario obligarle a aceptar las reglas de la vida social.

Por eso la función que la doctrina liberal atribuye al Estado es la protección de la propiedad, la libertad y la paz.”

Mises considera al Estado como fundamental para proteger la propiedad privada.

Y condena el anarquismo: “El anarquista está equivocado al suponer que todos, sin excepción, estarán dispuestos a respetar voluntariamente las reglas”.

Así: “el anarquismo ignora la real y verdadera naturaleza humana”, y sería practicable “sólo en un mundo de ángeles y santos”.

Muchos de sus sedicentes seguidores hoy no concuerdan con Mises, y creen que pese a lo imperfecto del mundo y la gente, la existencia misma del Estado agrava el cuadro contra la libertad individual.

Es un debate legítimo, y en mi opinión, complejo e inconcluso.

Pero vale rescatar lo que Mises pensaba sobre el liberalismo: doctrina inseparable de la vía democrática, e incompatible con el anarquismo.

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MISES Y LA FAMILIA

Llewellyn Rockwell, 9 de junio de 2015

El escritor, poeta y filósofo G.K. Chesterton dijo que la familia es una institución anarquista, significando que no es necesario ningún decreto del Estado para que exista.

Su existencia fluye naturalmente de las realidades contenidas en la naturaleza del hombre, y se forma, reforzada por el desarrollo de las normas sexuales y el avance de la civilización.

Esta observación es consistente con el brillante análisis de la familia por Ludwig von Mises, en su magistral obra “El Socialismo”, de 1922.

¿Por qué Mises abordó la familia y el matrimonio en un libro de economía que refutaba el socialismo?

Porque a diferencia de muchos economistas hoy en día, comprendió que los opositores a la sociedad libre y voluntaria tienen un proyecto más grande, que por lo general comienza con un ataque a esta institución, la familia, la más crucial en cualquier sociedad.

“Propuestas para transformar las relaciones entre sexos tienen muchas similitudes con los planes para la socialización de los medios de producción”, dice Mises.

“El matrimonio debe desaparecer junto con la propiedad privada… El socialismo no sólo promete bienestar y riqueza para todos, sino también la felicidad universal en el amor.”

Mises señaló que el alemán August Bebel, fundador del Partido Socialista, publicó en 1892 “La mujer en el Socialismo”, himno al amor libre, el tratado de la izquierda más leído de su época.

El nexo entre socialismo y promiscuidad incluía una propuesta táctica: si usted no quiere creer en el engaño de una tierra prometida donde la prosperidad surge como por arte de magia, entonces usted podría al menos tener la esperanza de una “liberación” de la madurez y la responsabilidad en lo sexual.

Los socialistas proponen un mundo sin impedimentos sociales al ilimitado placer personal, siendo la familia y la monogamia los primeros obstáculos a ser derrumbados.

¿Funcionaría?

Imposible, explicó von Mises: “el programa socialista de amor libre es tan imposible como su programa de la economía.

Ambos van en contra de las limitaciones inherentes del mundo real”.

¿Por qué?

Porque la familia, como la estructura de la economía de mercado, no es un producto de las políticas públicas; es un producto de la asociación voluntaria, hecha necesaria por todas las realidades biológicas y sociales.

El capitalismo de hecho reforzó el matrimonio y la familia, ya que es un sistema económico que depende del consentimiento y la libre voluntad en todas las relaciones sociales.

# La moral del capitalismo y la familia

Así, tanto la familia como el capitalismo comparten exactamente los mismos fundamentos éticos e institucionales.

Suprimiendo estas bases, los socialistas tratan de reemplazar una sociedad basada en contratos, por otra basada en la violencia.

Y el resultado sería el colapso social completo.

Cuando los socialdemócratas Sidney y Beatrice Webb, fundadores de la “Sociedad Fabiana” viajaron a Rusia soviética, la década después de “El Socialismo” de Mises, contaron una realidad muy diferente.

Dijeron haber encontrado mujeres liberadas del yugo de la familia y del matrimonio, viviendo vidas felices y plenas.

Desde luego era una fantasía, de hecho, sangrienta fantasía, tan grande como su afirmación de que la sociedad soviética se estaba convirtiendo en la más próspera de la historia.

Ningún intelectual sano aboga hoy por el socialismo económico total; pero una versión aguada del programa socialista para la familia, es la fuerza impulsora de las políticas sociales más famosas en el mundo.

Este programa va de la mano con las restricciones a la economía de mercado en otras áreas.

No es casual que el surgimiento del amor libre, se haya acompañado del auge y pleno desarrollo del “Estado de Bienestar”.

Las ideas de emanciparse de nuestra necesidad de trabajar, como de ahorrar e invertir, y de liberarse de nuestra naturaleza sexual, proceden ambas del mismo impulso ideológico: suprimir las realidades establecidas por la naturaleza.

Como resultado de aplicar ambas ideas, sufrió daño la familia como institución.

Fue lo que Mises predijo que sucedería.

Los defensores de la familia y los del capitalismo deberían fundirse en un solo programa político, contra el Estado intervencionista.

Pero generalmente no están unidos, observa Mises.

Los defensores de la familia, conservadores, a menudo condenan al capitalismo financiero como una fuerza alienante, y defienden políticas tan irracionales como tarifas, monopolios sindicales, y salarios mínimos para los casadas.

Y a la vez, los partidarios de la libre empresa tienen poco interés en las preocupaciones genuinas de los partidarios de la familia.

En opinión de Mises, esta separación es perjudicial.

Ni unos ni otros parecen estar interesados en los ataques radicales a la libertad y a la familia que implican políticas como las leyes sobre el trabajo infantil, las escuelas públicas, la seguridad social, los altos impuestos y la medicina socializada.

Apunta von Mises: “No es casual que la propuesta de tratar a hombres y mujeres como radicalmente iguales, del Estado regulando las relaciones sexuales, colocando a niños en guarderías públicas, para que los niños y sus padres casi se desconozcan entre sí, tenga su origen remoto en el filósofo Platón”, a quién le importaba muy poco la libertad.

Ni es casual que estas propuestas hoy día sean impulsadas por gentes que no tienen la más mínima consideración por la familia ni por las leyes económicas.

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